Reseña: «El material humano» de Rodrigo Rey Rosa

Material humanoTradicionalmente la imagen ha tenido un papel privilegiado en la experiencia humana. Incluso nuestra construcción de la memoria, se imagina como una colección de instantáneas de nuestro pasado, como especie de álbum de fotos o videos caseros. Rodrigo Rey Rosa, en su obra más audaz y celebrada, introduce la figura del archivo como elemento central en la construcción de la memoria y la identidad.

La historia y la historiografía han identificado la diversidad de fuentes con las que forma nuestra idea del pasado. Por otro lado, la psicología establece los mecanismos con los que nuestra identidad se forma. En El material humano, Rey Rosa utiliza la autoficción para formar un relato que revela las paranoias, traumas y remordimientos de una sociedad que busca encontrarse a sí misma para comenzar a sanar.

Los ojos del mundo tornaron hacia Centroamérica, durante las guerras sucias de finales de los años 70 y 80, conflictos satélites de la guerra fría entre el bloque soviético y EE. UU. Sin embargo, como acertadamente lo muestra Rey Rosa, el origen de la violencia en Centroamérica se puede remontar a las primeras décadas del siglo XX, incluso podemos pensar en las desigualdades y falta de institucionalidad que quedaron como herencia de la colonia. No obstante, son las guerras civiles-revolucionarias las que siembran en la conciencia regional la idea de la violencia.

El autor utiliza la autoficción para contar este relato. Es difícil saber dónde comienza el verdadero Rey Rosa y el Rey Rosa literario, el hecho es que este aspecto no cambiaría mucho al impacto de la obra. El narrador fácilmente podría haberse llamado Juan Pérez. Sabemos que Rey Rosa nutre su ficción con sus experiencias personales, como su estadía en Tánger en La orilla africana y se experiencia en India en El tren a Travancorepor lo que entiendo la necesidad de autenticidad que el autor se exige a sí mismo.

En esta ocasión, la historia incia con el descubrimiento de un archivo de la Policía Nacional guatemalteca descubrieron en 2005. Evento que cae un momento clave para historia de Guatemala, el autor emprende una visión de investigar y colaborar en la organización del archivo. Lo que inicia como una participación cívica, se convierte un ejercicio de catarsis personal. El Gabinete de Investigación tenía un recuento de todos los detenidos por la Policía Nacional en el espacio de no menos de 50 años.

A diferencia de una imagen, el archivo ofrece una nueva capa: la mediación. En este caso el mediador es Benedicto Tun, arquitecto del Gabinete de Identificación, cuyo nombre aparece en las fichas de los detenidos en el archivo. La figura de Benedicto Tun es lo que transforma esta historia, su indagación obsesiva en su vida revela que el mítico Minotauro al final del laberinto, también era únicamente un hombre.

La transformación de la narración, de una serie de notas de investigación en La Isla (como se le llama al Gabinete de Investigación), a un diario de un investigador en busca de respuestas en la figura de Benedicto Tun, a la vida de un escritor contemporáneo guatemalteco. Sin embargo, esta transformación es un viaje inconcluso, sin muchas respuestas, pero muy revelador.

Los resultados de las décadas de violencia no se miden en muertos, ni desaparecidos, sino en la imposibilidad de los ciudadanos  por vivir vidas sin el espectro de la muerte sobre ellos. Todos resultamos siendo parientes de un torturador o un desaparecido, de un secuestrador o un exiliado, y si bien ese episodio de violencia terminó, le ha seguido y le seguirán mucho otros: sin tiempo para resolver los traumas pasados.

La exploración del archivo, con sus detenciones absurdas y escalofriantes, con sus prejuicios es la personificación del poder, pero también la suma de todos nuestros temores. Es una mirada al espacio oscuro que existe detrás de toda sociedad, podría ser como el negativo de una fotografía que conforma la imagen desde una dimensión imperceptible. De esa forma el pasado prohibido construye nuestra identidad, desde el trauma podemos entender nuestro síntoma y patología.

Rey Rosa nos ha dado la metáfora perfecta para explicar la Centroamérica actual: un conjunto de conflictos sin resolver, una herida abierta que aún no sana, una búsqueda de identidad que nos lleva por un sendero infinito hacia nosotros mismos.

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